Lección 1: Conceptos Base del Yagami Ryu
Curso Online | Shibari Dojo
Reducción Riesgos - Shibari Dojo - Formación Online

En esta clase, aprenderás a identificar y prevenir riesgos anatómicos en la práctica del shibari con el fin de evitar lesiones y obtener una experiencia segura y placentera.

Pliegues

Los pliegues pueden ocurrir cuándo realizamos torsiones que afectan a la columna. Simplificando, podemos decir que se producen cuándo la mayor parte del movimiento proviene de una o dos vértebras, mientras que el resto de la espalda se mantiene más o menos recta.

Muy probablemente van a ser las vértebras más inestables y débiles las que se plieguen. Si bien va a depender de la anatomía de cada persona, es más frecuente que aparezcan en las zonas lumbar y cervical, según el tipo de torsión que estemos efectuando.

Se debe a que estamos utilizando los fragmentos estables de la columna para que nos den el movimiento que le estamos pidiendo. Estas cuestiones las explicamos en la parte teórica, por si necesitas repasarlas.

Cuándo se hacen posturas dónde aparecen pliegues, el resultado suele ser mucho más visual, ya que el movimiento es mucho más amplio que si llevamos a cabo una torsión dónde la curva es más suave y equilibrada a lo largo de toda la columna.

Es importante que conozcamos qué ocurre en el cuerpo cuando surgen pliegues. De esta forma vamos a poder decidir de manera consciente e informada si queremos asumir los riesgos, si nos compensan o si, por el contrario, preferimos emplear otras formas más seguras de obtener una experiencia satisfactoria.

Para poder comprender estos riesgos, en necesario que entendamos unas cuestiones anatómicas y biomecánicas.

Dentro de la columna se encuentra la médula espinal, que forma parte del Sistema Nervioso Central. Las vértebras constan de unas estructuras, que se denominan espacios intervertebrales, a través de los cuales parten los nervios que se distribuyen a lo largo del cuerpo.

Con esto en mente, si plegamos una zona de la columna, lo que estamos haciendo es ampliar mucho el espacio de un lado, a la vez que reducimos enormemente el espacio en el lado opuesto. Si a este pliegue lo sometemos a fuerzas y pesos, es muy fácil que puedan producirse pinzamientos de nervios.

Si es una práctica que repetimos con cierta frecuencia, vamos a aumentar el riesgo de lesión en las estructuras de las vértebras que se pliegan.

Queremos realizar una mención especial al caso de los pliegues cervicales. Dentro de los espacios intervertebrales de esta fracción de la columna, se sitúan además las arterias y venas encargadas de llevar la sangre al cerebro.

Por lo tanto, si se producen pliegues en esta zona, estamos dificultando el flujo sanguíneo. Es frecuente que si esto ocurre, aparezcan síntomas como mareos, visión borrosa o náuseas cuándo el cuello vuelve a su posición original. No es un subidón de cuerdas ni la entrada en un subspace, es la respuesta de vuestro cerebro para que dejéis de hacerlo y manteneros con vida.

Los pliegues se pueden detecta fácilmente a la vista, ya que vamos a ver que una porción pequeña de la espalda se dobla mucho, mientras el resto sigue más o menos recto. También podemos inferir que puede haber un pliegue si al rotar la columna hacia la derecha o la izquierda, son los hombros los que nos dan la amplitud final de movimiento.

Esto lo podemos observar porque el que se sitúa delante estará en una más o menos ligera protracción, mientras que el que está detrás se encontrará en retracción.

Otra cuestión en la que debemos fijarnos es en las costillas. Si sobresalen cuándo realizamos la torsión, es muy probable que en el punto de unión entre las fracciones torácica y lumbar se esté produciendo un pliegue. Cuándo esto ocurre, la faja lumbar, y muy posiblemente los estabilizadores internos, se desactivan, ya que hemos entrado en su rango pasivo.

Como ya hemos mencionado anteriormente, la aplicación de la anatomía al shibari significa entender el cuerpo, conocer su lenguaje y saber cómo utilizarlo.

Ya os habréis dado cuenta de que un uso inadecuado del cuerpo suele dar como resultado unos movimientos y unas posturas mucho más espectaculares, pero a la vez, mucho más peligrosas.

En caso de lesión, la responsabilidad es de quién ata, ya que su participación es indispensable para que esto suceda.

Torsiones

Las torsiones de espalda son aquellos movimientos en los que sacamos a la columna de su posición neutral. Se pueden realizar en cualquiera de los planos. Para hacerlas de la forma más óptima posible, vamos a buscar que cada una de las vértebras nos vaya dando un pequeño fragmento del movimiento hasta conseguir la posición deseada. Consiguiendo así un reparto equilibrado a lo largo de toda la columna sin zonas donde aparezcan pliegues.

El rango de movimiento nos lo va a dar la fracción torácica que, como hemos explicado en el módulo teórico, es la parte móvil de la columna.

Además de vigilar que no se produzcan pliegues, teniendo en cuenta todas las cuestiones mencionadas en el apartado anterior, a la hora de proceder con torsiones debemos fijarnos en que los glúteos estén activos para estabilizar la pelvis.

Independientemente del plano en el que la estemos haciendo, es indispensable para asegurarnos de que la fracción lumbar no aporta más movimiento del que sería óptimo para el cuerpo.

No obstante y aún cuándo estén ejecutadas de forma correcta, no es conveniente para el cuerpo mantener este tipo de posiciones durante demasiado tiempo, ya que estamos comprimiendo los espacios intervertebrales.

Por último, recordemos que estamos hablando de shibari, quién ata es quien debe verificar y gestionar la activación de los músculos y la realización correcta de los movimientos, utilizando para ello todas las herramientas que tiene a su disposición. En definitiva, ha de aprender a comunicarse con el cuerpo de la persona atada empleando el propio lenguaje del cuerpo. De lo contrario, la gestión de los recursos no la está haciendo quién ata, y podríamos decir que tan solo está haciendo una figura sobre alguien con un bajo control sobre su cuerpo.

Para aprender el lenguaje del cuerpo, además, es muy importante que haya un feedback posterior a la práctica o sesión. Así, quién ata va a poder contrastar la información que obtuvo mediante el tacto y la observación, con lo que la persona atada experimentó. Mejorando poco a poco el nivel de comunicación.

Flexión vs. Extensión

A la hora de atar a una persona, hay una gran diferencia entre si su cuerpo se encuentra en flexión o en extensión.

Decimos que la persona se encuentra en flexión cuándo su columna se encuentra flexionada hacia adelante. Esto suele ir acompañado de los hombros rotados hacia el pecho y la cabeza mirando abajo.

En caso de realizar cualquier figura sobre el torso en esta posición, aún cuándo las tensiones son correctas y es una atadura apretada, las cuerdas van a aflojarse en el momento en el que extienda la espalda. De esta forma, la atadura se va a desestabilizar por completo. El motivo es que el cuerpo en extensión ocupa menos espacio que en flexión. Recordemos que las restricciones se hacen cuándo el cuerpo ocupa menos, para así poder limitar el movimiento de una forma más eficaz.

Es importante que a la hora de componer las figuras con las cuerdas, vayamos comprobando y recolocando el cuerpo de la persona atada mientras efectuamos los distintos pasos. Es frecuente, por ejemplo, en las figuras tipo Gote o Takate Kote, que si bien comenzamos con la posición correcta, conforme vamos haciendo las líneas de las cuerdas, al menos uno de los hombros de la persona atada rote hacia dentro del pecho.

Esto se debe a que estamos girando el hombro a la vez que pasamos la cuerda sobre el brazo. Cuándo esto ocurre, la columna poco a poco irá acompañando esta rotación flexionándose. Si más adelante queremos colocarle la espalda, pero no atendemos a los hombros, es muy probable que acabemos con una posición bastante alejada de la óptima para el reparto de pesos.

Tampoco es buena idea tratar de corregirlo tirando de las cuerdas hacia el centro, ya que de esta forma tan solo estaremos llevando el hombro hacia atrás, manteniendo su rotación hacia el pecho. En este tipo de figuras, la solución está en, de alguna manera, retener el hombro para que no se gire mientras pasamos la cuerda sobre ese lado.

Compensaciones

Siempre debemos estar atentos para evitar hacer compensaciones.

Cuando hablamos de compensaciones, nos referimos a los ajustes o cambios que llevamos a cabo en nuestra postura, alejándonos de la forma óptima, ya sea debido a limitaciones físicas o hábitos adquiridos.

Es importante destacar que somos nosotros mismos quienes ejecutamos estas compensaciones y que en mayor o menor medida podemos corregirlas. Además, estas compensaciones pueden variar de un momento a otro.

Por ejemplo, si pasamos mucho tiempo sentados, algunas partes de nuestro cuerpo pueden volverse “atrofiadas” y, al levantarnos, necesitaremos un tiempo para poder usarlas con normalidad. Mientras tanto, haremos compensaciones para poder movernos, lo que significa que nos moveremos de manera subóptima.

Las compensaciones conllevan un riesgo, y es que si utilizamos una parte del cuerpo (como una articulación) para una función para la que no está diseñada, al principio podría cumplir la tarea que le estamos pidiendo, pero tarde o temprano sufrirá por ello y aumentará el riesgo de lesiones.

Como dato curioso, el efecto perjudicial de las compensaciones anatómicas se notará primero en las partes más débiles del cuerpo de cada persona.

Por lo tanto, durante la práctica del shibari, debemos estar siempre atentos para evitar hacer compensaciones.

Por razones evidentes, esta vigilancia también es responsabilidad de la persona que ata, sin que esto signifique que la persona atada deba descuidar su propio cuerpo. Cada uno es en última instancia responsable de su propio bienestar y salud.

Tenemos cuerpo, somos espíritu.